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25 Aniversario. La Libertad Creativa: La Mentira Mejor Diseñada

25 Aniversario. La Libertad Creativa: La Mentira Mejor Diseñada

25 Aniversario
La Libertad Creativa: La Mentira Mejor Diseñada

Bienvenidos a la Montaña Rusa Freelance

Ser freelance en el mundo del diseño es como subirte a una atracción sin frenos y sin saber si el próximo giro será un proyecto brillante o una solicitud absurda por la mitad del precio. Un día eres “el genio creativo” que da forma a ideas imposibles, y al siguiente, un recurso prescindible sustituible por la IA, o por el sobrino del cliente con una app gratuita.

La estabilidad no solo es inalcanzable, sino que parece estar reñida con la esencia misma del oficio. Y aun así, seguimos montándonos cada día, creyendo — por vocación, fe o inconsciencia — que esta vez sí valdrá la pena.

La creatividad del diseñador suele terminar justo donde empieza el gusto del cliente

En teoría, ser diseñador es sinónimo de libertad; formas, colores, ideas que nacen sin límites. En la práctica, muchas veces es encajar en moldes arbitrarios diseñados por personas que no distinguen la diferencia entre un vector o un pixel. La Creatividad está sujeta a revisiones sobre gustos subjetivos e instrucciones difusas.

Las frases más comunes: “algo moderno pero clásico”, “minimalista pero que impacte”, o el infalible “hazlo como esta web... que no recuerdo cuál, pero tenía algo que me gustó”.

Aquí conviene hacer una pausa. Porque si bien muchas veces sentimos que el cliente interfiere, también hay que reconocer algo importante, él es quien realmente sabe — o debería saber — de su negocio. Y nuestra labor, como diseñadores y comunicadores visuales, no es suplantar ese conocimiento, sino complementarlo.

Como no somos expertos en todos los sectores, debemos estudiar, analizar, documentarnos, comprender su mercado, su competencia y su público objetivo. Cuando cliente y diseñador colaboran desde el respeto a sus respectivas áreas, se evita perder tiempo en propuestas inútiles, malos entendidos o un diseño estéticamente bonito pero comercialmente inútil.

Pero, - y aquí viene la paradoja - el cliente delega porque reconoce que se trata de una tarea específica, técnica y compleja. Sin embargo, muchos intentan abordarla como si fuera propia, interviniendo en cada decisión como si estuvieran diseñando ellos mismos… hasta que llega el momento de sentarse a hacerlo y entonces, mágicamente, no tienen tiempo.

Así, el diseñador acaba siendo a la vez estratega, ejecutor, asesor psicológico y, a veces, víctima del síndrome del “yo solo te digo cómo lo quiero, y ya tu sabes cómo”.

“La mejor fórmula de trabajo no es la imposición de una parte sobre otra, sino la sinergia entre ambas.”

El lado Oculto del Diseño Gráfico, la Web y la Ilustración

Después de celebrar mi 25 aniversario como diseñador independiente, sentí la necesidad de completar el relato. Porque si en el artículo anterior compartí la cara amable de esta profesión — la satisfacción, la gratitud, los logros y las colaboraciones que me han marcado —, hoy toca hablar del reverso, esa parte menos visible, a veces incómoda, pero igual de real.

Una profesión que aún me enamora, a pesar de todo

A lo largo de este tiempo he trabajado con todo tipo de clientes y perfiles, agencias, empresarios, particulares, instituciones… y, como es lógico, me he encontrado de todo, lo bueno y lo malo, lo enriquecedor y lo desgastante.

Sigo enamorado de esta profesión porque me obliga a estudiar, renovarme, invertir, innovar y crecer de manera constante, donde cualquier propuesta o iniciativa es un gran reto que desborda ilusión. También porque me permite cubrir gran parte de mis propias necesidades creativas, desde la creación y la resolución de problemas, hasta la innovación, la improvisación y el desarrollo de ideas en un mercado que puede ser tan espontáneo y fugaz como la publicidad, o tan perdurable y trascendente como la identidad corporativa. Todo ello en un contexto vertiginoso que exige respuestas rápidas y visión a largo plazo. Y, al mismo tiempo, me recuerda día tras día que ningún cliente es mi salvador, yo pongo el conocimiento, la experiencia y la humildad de cubrir una necesidad con la dignidad y eficacia que merece su sector y su mercado.

Sin embargo, con los años he aprendido a detectar con más claridad aquellas propuestas que son inviables por un simple motivo, el cliente no quiere asumir el coste real de lo que pretende. Y ahí radica gran parte de la frustración en el mercado andaluz del diseño, donde todavía cuesta asumir que la comunicación visual no es un lujo, sino una inversión estratégica.

Lo paradójico es que quienes montan un negocio están dispuestos por obligación, a afrontar numerosos gastos, licencias, papeleo, decoración del local, mobiliario, stock, personal,… pero al llegar al capítulo del diseño y la comunicación, aparece la tijera de recortes. Y como asesores, cuando tratamos de ser pragmáticos y poner a los clientes en antecedentes, muchas veces esa sinceridad se interpreta como un derrumbe de ilusiones más que como un ejercicio de honestidad.

“Sigo enamorado de mi oficio, aunque el mercado muchas veces parezca empeñado en ponerlo a prueba.”

Víctor Pérez
Víctor Pérez / KBZone
Dos comparativas muy gráficas

Tener una web y no mantenerla es como pagar el seguro de un coche que nunca coges. Tarde o temprano lo verás como un gasto inútil.

Para explicar esta realidad suelo usar dos ejemplos muy claros:

• La web como coche parado: muchos clientes quieren una web escaparate que, por falta de tiempo, nunca llegan a mantener ni actualizar. El resultado: un gasto fijo anual (servidor, mantenimiento) que, al no generar retorno, se percibe como un coste inútil. Y entonces, claro, la culpa recae en el diseñador por “no haber hecho un trabajo a la altura”.

• Las redes sociales como única vía: apoyarse solo en plataformas de terceros para la comunicación de un negocio es un error. Requiere cumplir con algoritmos, normativas y cambios de reglas que escapan a tu control. Y lo peor: un perfil en redes no sustituye el valor de una web bien planteada, capaz de posicionarse, fidelizar y ofrecer un servicio profesional.

De hecho, una tienda virtual puede ser incluso más compleja de gestionar que una física. Y no basta con abrirla: hay que mantenerla, nutrirla y darle continuidad. Esa es la parte que pocos cuentan al vender “fáciles soluciones digitales”. Sólo habría que hacerse la pregunta: De funcionar la web y generar flujo comercial suficiente, es decir, ventas... ¿Se tendría la capacidad y recursos para dar un buen servicio de venta, distribución, postventa y atención al cliente?



25 Aniversario
Elogio vs. Ninguneo. Combate por la Tasa Final

Un día eres un genio visionario y al siguiente un carísimo ‘chico de los dibujitos’


El sector creativo vive instalado en un ring permanente donde dos fuerzas se enfrentan sin cesar, el elogio desmedido y el ninguneo sistemático. A veces, ambos provienen de la misma boca, casi en la misma reunión.Un cliente puede empezar alabando tu trabajo con frases como: “¡es justo lo que buscábamos, espectacular, no sé cómo lo haces!” Sin embargo, basta con que llegue el momento de hablar de presupuesto para que ese mismo cliente, sin pestañear, te diga: “pero claro, al final esto es mover un par de fotos y letras, ¿no?”.

Y si algo ha venido a reforzar este argumento, es la tecnología. La vieja muletilla de “eso tú con el ordenador lo haces en dos patadas” ahora se ha actualizado a “Bah, eso con la IA se hace solo”. Como si las herramientas sustituyeran de golpe el conocimiento, el criterio, la experiencia y hasta el oficio.

Tampoco faltan los que intentan disfrazar el regateo con promesas:

• “Con este proyecto vas a aprender muchísimo.”
• “Después de esto te va a salir trabajo a raudales, porque yo mismo te voy a recomendar a todos mis conocidos.”
• “Piensa que esto te dará muchísima visibilidad, eso ya es un pago en sí mismo.”

Lo cierto es que ninguna “oportunidad de futuro” abona las facturas del presente. Y en ese juego de elogio y ninguneo, el diseñador termina lidiando con el mismo enemigo de siempre: la subestimación de su trabajo.

Es como si un comensal en un restaurante dijera al chef: “¡qué plato más exquisito, impresionante! Pero claro, al final esto es calentar la plancha y echar sal, ¿no? Por cierto, invítame, que ya verás cuántos amigos traigo la próxima vez”.


Pon un diseñador en tu vida o hazlo tú mismo

Si crees que una web gratuita te hará vender, recuerda que tu tiempo, esfuerzo y medios no lo son.


El mundo web es quizás donde esta paradoja se ve más clara. Hoy abundan las plataformas que prometen webs “gratuitas” o hechas “en minutos” gracias a la IA. Y sí, cualquiera puede arrastrar bloques en una plantilla y salir del paso. Pero otra cosa muy distinta es crear un sitio web que venda, fidelice y haga crecer un negocio.

Aquí reside la confusión: muchos clientes creen que basta con tener una web online para replicar los casos de éxito que escuchan de terceros. Sin embargo, nadie les dice que detrás de esos casos hay estrategia, inversión y un mantenimiento constante.

Porque una web no es un escaparate estático. Es —o puede ser— una verdadera herramienta de gestión, exposición y comunicación, capaz de transformar un negocio si se concibe y se mantiene con profesionalidad. Eso significa:

• Costes fijos de servidor y mantenimiento.
• Actualización de contenidos para no quedar obsoletos.
• Seguridad frente a ataques y vulnerabilidades.
• Adaptación a nuevas tendencias y tecnologías.

Y, sobre todo, implica asumir que una web profesional nunca será gratuita ni de bajo coste. Porque si lo es, tampoco será eficaz.

En definitiva: o cuentas con un diseñador que entienda tu negocio y te ayude a que la web trabaje por ti… o hazlo tú mismo, con todas las consecuencias. Pero que quede claro: lo segundo no suele salir rentable.


25 Aniversario
Próxima entrega

Reflexionar es también diseñar. Diseñar cómo entiendes tu propia profesión.


Estas reflexiones no surgen de la nada ni de un capricho literario. Nacen de mis 25 años de trayectoria como diseñador independiente, un camino en el que he ido acumulando no solo proyectos, sino también preguntas, certezas, contradicciones y, sobre todo, experiencias empíricas.

Con el tiempo entendí que cada cliente, cada encargo y cada colaboración no solo me daban trabajo, sino también material para pensar, replantear y reforzar mi manera de estar en este sector. Y que esa parte, la de la práctica diaria y lo vivido en carne propia, es la que realmente me ha dado una opinión con valor en el mercado.

Porque sí, diseño, asesoro, desarrollo… pero también me cuestiono, me adapto y me invento una forma particular de funcionar, que es tan parte de mi perfil profesional como cualquier portfolio. En el fondo, estas reflexiones son también un modo de contar mi personalidad dentro del sector y la visión con la que afronto cada reto.

Pensamientos que he ido acumulando, cuestionando, reforzando, contrastando y, sobre todo, experimentando a lo largo de los años. Esa dimensión empírica, que solo se alcanza con la práctica diaria, me posiciona hoy con una opinión fundamentada en el mercado: una perspectiva que define mi perfil como desarrollador, asesor y profesional del sector. Con el tiempo he configurado una manera propia de entender y gestionar mi oficio, consolidando una visión particular y una personalidad en el ejercicio de la profesión.

Estas reflexiones o análisis pretenden, en primera instancia, generar consciencia personal, pero también servir como documento de valor para compañeros, colaboradores y profesionales afines, abriendo un espacio de diálogo entre iguales. Al mismo tiempo, pueden convertirse en una herramienta útil de asesoramiento o incluso en un guion de referencia para quienes se inician en esta profesión. A ellos los animo a emprender esta “aventura exigente”, con plena consciencia del esfuerzo y, en ocasiones, del coraje que requiere establecerse en el mercado.

No obstante, conviene señalar que incluso trabajando para terceros el camino no está exento de dificultades. Nuestro sector continúa siendo, en demasiadas ocasiones, poco valorado, también dentro de las propias agencias, donde la tendencia es cubrir múltiples funciones y perfiles bajo un único salario, a menudo insuficiente. Un síntoma más de una problemática estructural que merece un análisis independiente y profundo, y que sin duda desarrollaré en futuras entregas.


En la próxima entrega, entraré de lleno en un tema con mucho juego y que merece un capítulo aparte: el famoso Kit Digital. Una ayuda que pretendía digitalizar empresas y que ha acabado generando más de un despropósito. Pero, como todo en este sector, incluso un despropósito puede convertirse en una oportunidad.

“Kit Digital. Un Despropósito como Oportunidad”.


“Reflexionar es también diseñar. Diseñar cómo entiendes tu propia profesión.”

Adaptarse a la evolución digital no significa abandonar la creatividad, sino integrarla con la funcionalidad y la tecnología para crear soluciones que realmente conecten con el usuario.






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