"Take Me Away" / "Llévame Lejos" - La Inteligencia nos vuelve torpes
"Ensayos Nocturnos" es un concepto emergente de los bocetos que abordamos en las clases particulares de dibujo artístico que imparto, son bocetos explicativos con los que abordar diferentes temas: encaje, proporción, volumen, movimiento, expresión,... Estos bocetos llevados al silencio de la noche en el estudio se convierten en piezas experimentales donde además intento aplicar un sentido o un mensaje. Piezas que comienzan con un sentido u objetivo más bien técnico pero en la búsqueda de un mensaje, o en ocasiones un mensaje en la búsqueda de un motivo que lo refleje adecuadamente. En este caso ambos criterios parecen encontrarse en un punto intermedio del camino, desde donde parten juntos. Esta obra nace de la necesidad de tomar distancia sobre la falta de empatía que nos rodea. Es una reflexión sobre la torpeza que la inteligencia puede generar, el egoísmo como motor de supervivencia y la facilidad con que juzgamos sin entender o sin atender. Una súplica irónica, cansada, pero humana: "Take me away".
La inteligencia nos ha vuelto torpes
A veces pienso que la inteligencia nos ha hecho torpe,- la nuestra, no la artificial,.. que también. Cuanto más inteligentes nos creemos, más enrevesados nos volvemos. Nos perdemos en laberintos de pensamientos que solo existen en nuestra cabeza, en dilemas que inventamos para demostrar lo mucho que razonamos. Y lo peor: lo convertimos en sentencia.
Nuestra inteligencia —la joya de la especie— nos enseñó a cuestionar todo, incluso lo evidente, hasta volver lo simple en complejo y lo humano en absurdo. Y ahí estamos: fabricando problemas donde antes había solo instinto.
El egoísmo como virtud moderna
El egoísmo, ese viejo compañero de viaje, no se queda atrás. Es natural y parte de nuestra supervivencia. Pero gracias a la inteligencia, lo hemos elevado a la categoría de virtud. Nos convencimos de que para yo tener, al otro le debe faltar. Para yo ser, el otro debe desaparecer. Error 404: humanidad no encontrada.
El juicio gratuito
Y como si no bastara, nos hemos convertido en jueces de todo y de todos. Emitimos sentencias sin pruebas, dictamos verdades sin conocer historias. Juzgamos a las personas sin intentar comprender sus circunstancias, su reflexión, su carácter o su lucha silenciosa. Oímos sin escuchar. Solo aplicamos el filtro distorsionado de nuestra desconfianza, nuestro ego y nuestra posición —que, siendo sinceros, casi nunca es mejor que la del criticado. Y así, confundimos criterio con prejuicio, opinión con sabiduría, y juicio con justicia.
Vivimos en la era de los juicios instantáneos, de las verdades absolutas en formato tweet, de los dedos que señalan antes de entender. Juzgamos por reflejo, sin detenernos, como si la empatía fuese una aplicación obsoleta que ya nadie actualiza. Y lo peor es que lo hacemos sin tapujos, sin respeto ni diplomacia,... dando rienda suelta al odio y el insulto, convirtiéndonos en seres necios, cretinos de espíritu mezquino.
Bullying
Lo más inquietante de todo es que esa tendencia a juzgar, etiquetar y condenar sin conocer se hereda. La trasladamos a nuestros hijos, casi sin darnos cuenta, a través del ejemplo y del lenguaje con el que señalamos al otro. Si antes la infancia ya era un territorio de envidias, jerarquías y tiranías por mera competencia, control de poder o necesidad de diferenciación, hoy gracias a las redes lo es más aún, y desde edades cada vez más tempranas.
Hemos normalizado el juicio como forma de relación, el desprecio como defensa y la burla como mecanismo de pertenencia. Se compite por quién posee la verdad absoluta sin conocimiento de causa. Así nace el bullying: como un reflejo precoz del juicio adulto, de esa necesidad de reafirmar el ego atacando lo que no comprendemos. Pensamos que la fortaleza, la personalidad y sus resaltes son directamente proporcionales a la capacidad de destruir el entorno que se considera diferente, especial o ajeno a lo “normal”. Y lo hacemos por pura incapacidad de empatizar, de ponernos en el lugar del otro o de entender que lo distinto no es una amenaza, sino una posibilidad. Pero la ignorancia y el miedo hacen que lo que no comprendemos lo convirtamos en enemigo, y así perpetuamos el ciclo del desprecio, educando a nuevas generaciones que confunden la fuerza con la crueldad y la individualidad con el dominio.El afectado, aunque se rearme e intente obviar, olvidar o reaccionar con una actitud aparentemente desafiante para sobreponerse a la situación, muchas veces no puede hacerlo del todo. Porque, al fin y al cabo, somos seres humanos, y por naturaleza necesitamos pertenecer a un colectivo, a una comunidad; formar parte de un conjunto donde sentirnos útiles, reconocidos y aceptados. Cuando ese lazo se rompe, el daño no solo cala en la autoestima, sino en la esencia misma de lo que somos: seres sociales buscando un lugar donde simplemente poder existir sin ser juzgados.Y entre tanto ruido, una voz interior grita: Llévame lejos (!). Lejos de esta gente, lejos de aquí, lejos de tanta certeza disfrazada de sabiduría. Porque a veces, la única forma de no volverse loco entre los humanos, es querer escapar de ellos. No por desprecio, sino por cansancio; no por miedo, sino por la necesidad urgente de respirar un aire que no esté contaminado por juicios, apariencias ni verdades absolutas. Me sangra y duele la autoestima y no quisiera ser así.
“Y entre tanto ruido, una voz interior grita” Llévame lejos. Lejos de esta gente, lejos de aquí, lejos de tanta certeza disfrazada de sabiduría. Porque a veces, la única forma de no volverse loco entre los humanos, es querer escapar de ellos.
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